La humanidad desde sus orígenes siempre ha tenido una dualidad. Los hombres siempre han ansiado todo aquello que no han tenido hasta el momento en que ya lo tienen. Casi siempre las guerras han comenzado por cuestiones culturales o cuestiones raciales; pero es que ocurre una cosa, cuando ponemos un elemento extraño en una sociedad, la sociedad predominante y con unas costumbres establecidas se rebela, porque el orden establecido se trastoca totalmente; lo que pasa en la sociedad occidental actual es que se ve enfangada en un desarrollismo insostenible, y le falta lo que siempre ha caracterizado a Europa y sus diferentes culturas antiquísimas, que son sus costumbres, músicas, artes y oficios que se están perdiendo.
Cuando hablaba de dualidad, no lo digo por decir. En la foto vemos dos cabezas físicas, pero es que en nuestro cerebro tenemos dos hemisferios, y el mundo tiene dos hemisferios, existe el sexo masculino y femenino, existen Norte, Sur, Este y Oeste, y entre ellos confluyen. Si buscamos en un mapa, la península ibérica está en medio de todo eso, y los antiguos ya hablaban de la península ibérica como el vergel, un territorio habitado por animales que hoy día pueblan África; y es que la frase "África empieza en los Pirineos" cada vez es más real y factible.
Siempre he pensado que los antiguos no eran tan tontos como creemos, y que porque el pueblo en su día haya estado en la mayor de las miserias, siempre ha habido una élite que ha mantenido la sabiduría ancestral de la humanidad.
Y claro, la historia, no es como nos la cuentan; la historia tiene múltiples lecturas y es esférica. Y si existiera la máquina del tiempo a buen seguro que habría alguien que podría viajar al pasado y al futuro y modelar a su conveniencia los sucesos históricos.
Verdes hojas veo, tras la suave luz de la tarde, que hace mis pupilas más pequeñas, tan pequeñas que olvido que tengo vista. Sopla el viento, y como la sal de un plato de comida es el complemento perfecto para degustar el aire; ese aire que me falta a veces cuando quiero decir algo, es lo que ahora me alimenta, y palpitan mis sienes gracias a la incesante corriente de iones que me circundan.
