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La seda, algo suave y cálido; el marinero respira hondo y mira el horizonte. El ángel caído se queda inmóvil mirando el abismo que le separa de Dios.
El viento, algo fuerte e inesperado; el marinero respira hondo y mira el horizonte. Dios desde arriba mira piadoso a los millones que han nacido.
El rayo, algo más fuerte y también inesperado; el marinero respira hondo y deja de respirar, se le hiela el alma. Ha caído otro ángel más desde el cielo. Arrojado contra las velas del barco a la deriva.
Las sirenas recogen los pedazos y se los llevan a las profundidades donde otros de su especie empezarán la batalla junto al monstruo devorador.