LA CIUDAD DEL HOMBRE SOLITARIO

Recuéstate hombre, tú que no eres, que no estás, que no sientes. Si sintieras la luz del sol, te fundirías con ella. Siente la luz de la mañana acariciar tu traslúcida piel, y esas doradas aguas bajantes del nevado monte que alimenta nuestro Mar Cantábrico, alumbrarán tu camino cuando venga la galerna de costumbre. Para ti que eres el hombre del paraguas, el hombre de antaño, ese que con caminar pesado y dubitativo, pasaba la mañana mirando las golondrinas de mar, gaviotas y cormoranes. Ese hombre con zapatos de tacón alto y estilizada figura, sombrero de ala larga y gabardina de paño. Ese arquetípico hombre que fumaba en pipa y regalaba sabias palabras al paseante aplicado. Aquel que apretaba la mejilla de un niño y le daba un caramelo de café.

Dedicado para ti: el hombre solitario e invisible.